En Italia el paso de un pequeño grupo conocido en la red al 25% de los votos y romper con ello el sistema de partidos es alg que ya se produjo. El término «casta» ha sido igualmente utilizado profusamente; de igual forma el combate contra los conceptos y la tensión izquierda/derecha para así reformatear todo el comportamiento y la conducta política no es algo nuevo; viene de muy atrás. Los del equipo Wu Ming —una interesante firma colectiva— , gente tan enterada en Italia como perdida completamente cuando analizan la realidad «indignada» en España, ofrecen aquí una interesante reflexión sobre el fascismo hoy en su variante más postmoderna. Por cierto, la web de origen se llama GIAP.
Es traducción del artículo: Consigli per riconoscere la destra sotto qualunque maschera
CONSEJOS PARA RECONOCER A LA DERECHA BAJO CUALQUIER MÁSCARA
(un montaje de cosas escritas –no sólo por WM- en diferentes post y entrevistas, útil para retomar y mostrar el hilo de la cuestión. Tomadlo como nuestra contribución al final de la campaña electoral más fea y angustiosa desde 1946.)
Las categorías de “derecha” e “izquierda”, nacidas durante la Revolución Francesa, fueron dadas por muertas ya durante el Directorio, entre 1795 y 1799. Son incontables las veces que se ha dicho que ambos conceptos estaban superados, y sin embargo, pese a estas letanías, siempre se han reafirmado como polos de los discursos y del pensamiento político. Con cuanta más intensidad se les niega y desplaza, con mayor violencia vuelven. Entre los movimientos que se han declarado “ni de izquierdas ni de derechas” no hay uno que no se haya revelado de derecha o de izquierda (más a menudo de derechas, hay que decirlo). En Italia, el penúltimo ha sido la Liga Norte.
La división derecha-izquierda tiene bases cognitivas profundas, incluso la neurociencia se ha ocupado de ellas. En el fondo, “derecha” e “izquierda” son los nombres convencionales de dos mentalidades, dos formas diferentes de leer el conflicto social. Describiéndolos, automáticamente se dan las “coordenadas” sobre lo que debería volver a pensar la izquierda.
A groso modo, “de zquierda” es quien piensa que la sociedad está consustancialmente dividida porque en su interior juegan siempre intereses contrapuestos, producidos por contradicciones intrínsecas. Están los ricos y los pobres, los explotadores y los explotados, los hombres y las mujeres. Desde esta premisa general, que vale para toda la izquierda, derivan muchas visiones macroestratégicas, a veces muy apartadas entre ellas: socialdemócrata, comunista, anarquista, pero todas se basan en la convicción de que la sociedad está dividida en origen, es desigual y las causas de la desigualdad son profundas y, sobre todo, endógenas.
“De derechas”, sin embargo, es quien piensa que la nación estaría –y antes estaba- unida, armoniosa, acorde, y si no lo está (si “ya” no lo está) la culpa es de fuerzas externas, intrusos, enemigos que se han infiltrado y confundido en medio de nosotros y ahora tienen que volver a ser aislados y, si es posible, expulsados, así la comunidad volverá a estar unida.
Todas las derechas parten de esta premisa que puede encontrarse en cantidad de discursos y movimientos en apariencia muy diferentes, desde Breivik hasta el Tea Party, desde la Lega Nord a los Tory ingleses, desde Casapound a los “anarcocapitalistas” a Ayn Rand. Para entender si un movimiento es de derechas o de izquierdas, basta ver cómo describe la proveniencia de los enemigos. Invariablemente, los enemigos vienen “de fuera” o al menos vienen de fuera las ideas de los enemigos.
Dependiendo del momento y del período histórico, la toman con el musulmán o con el judío, con el negro o con el eslavo, con el gitano o el comunista que anima a potencias extranjeras, con los liberales de una “Costa Este” americana más mítica que real, con Obama “que en realidad ha nacido en Kenya y por tanto su presidencia es ilegal”, etc.
Entran en este esquema también la “Casta” descrita como otra cosa con respecto al pueblo que la ha votado y elegido, “Roma ladrona ”, las finanzas reducidas a las maniobras de “especuladores extranjeros”, “Europa”…
No hay duda de que en la Italia de hoy el discurso hegemónico, incluso entre personas que se piensan y declaran de izquierda, es el de derechas. Prende fácilmente porque es más simple y consolador y acompaña al impulso de pensar con las vísceras. Por esto muchas personas con posos de izquierda se precipitarán a bandadas a las urnas para votar a un movimiento que no tenemos problema en definir fundamentalmente de derechas, el grillismo. Por otra parte, la culpa de esto es de las izquierdas, que hacen de todo para resultar invotables.
Cada ser humano dotado del uso de lenguaje se expresa a través de “frame”, encuadres de referencia, conjunto de imágenes y relaciones entre conceptos que estructuran nuestro pensamiento, algunos desde la primerísima infancia […]
En la comunicación política no hay palabra o frase que no encuadre un problema dado según la perspectiva ideológica de quien la usa.
Cada término lleva consigo un mundo. Por ejemplo, imponer el uso de “centroderecha” y “centroizquierda” en lugar de “derecha” e “izquierda” ha sido una operación de encuadre que ha tenido consecuencias devastadoras: en la derecha el eufemismo ha servido para legitimar sujetos sucios y fascistas sin ni siquiera limpiarlos; en la izquierda ha impuesto la creencia de “desplazarse al centro” sino….. “no se gana”. Sólo que, en la realidad concreta, el “centro” no existe. Quien se dice “de centro” es en realidad de derechas y hace cosas de derechas, como Casini, Monti, Montezemolo, ahora incluso el postfascista Fini… Y entonces ¿“quién” “gana”?, ¿para hacer qué? “Desplazándose al centro” no se hace otra cosa que ir a la derecha ( a la búsqueda de irreales “moderados”) y seguro que no se harán políticas de izquierda.
Otro ejemplo es el discurso sobre la “seguridad”: si, como pasa cada día, un político usa en la misma frase la palabra “seguridad” e “inmigración” está evocando en la mente del que escucha una comunidad homogénea amenazada por una diferencia proveniente del exterior, y esto es la quintaesencia del encuadre de todas las derechas, en primer lugar de la fascista.
Basta mirar contra quién se han lanzado los que se han llenado la boca y nos han llenado las cabezas de narraciones tóxicas sobre el “libre mercado”, desde la Thacher hasta Reagan y todos los republicanos USA hasta el Tea Party etc.
El Tea Party y los neocón dicen: «Hoy todo iría mejor si el mercado hubiese sido dejado en su funcionamiento natural, y viviríamos en una comunidad sana, justamente basada en la competición que premia a los mejores, y una sociedad que premia a los mejores hace el bien a todos. Antes era así, cuando existían los “pioneros”. Sin embargo, después hubo una fractura: la izquierda y las minorías. Los liberales estatalistas y los “rojos” nutridos de falsas ideas venidas de fuera han turbado este equilibrio con reivindicaciones que han turbado el funcionamiento del mercado, ayudando a los autoproclamados “débiles”, expandiendo el rol del estado en sectores de los que debería estar fuera, negociando el precio del trabajo según criterios que lesionaban los intereses de los empresarios (que son los “héroes” de la historieta)».
Este discurso es el encuadre de toda la contrarevolución capitalista iniciada a principios de los ochenta. También aquí hay una armonia turbada por fuerzas “externas”, la confirmación de que esta narración es intrínsecamente de derechas y de que una “izquierda liberal” no puede existir.
Si te das cuenta, en la propaganda de los republicanos USA, del Tea Party etc, el enemigo siempre se refiere a un “otro lugar”: New York, la costa Este, Europa, Canadá y, obviamente, los estados canalla.
Cuando, antes de la visita a China, le preguntaron a Nixon si alguna vez había estado en un país socialista, respondió: “Sí, en Massachusetts”. Para un republicano, en aquella época, New England era “otro lugar”.
No existe un enemigo “interno”, generado por las contradicciones internas del sistema. Si está en el interior es porque se ha introducido entre nosotros.
Este encuadre es activado continuamente en política exterior: estamos “nosotros” (occidente, las democracias de libre mercado) y están los enemigos de turno (“el imperio del mal”, la URSS y sus satélites, las guerrillas que agitan el patio trasero latinoamericano, el terrorismo que amenaza nuestros valores, etc) El “Choque de Civilizaciones” es la máxima expresión del encuadre de la “comunidad armoniosa que se defiende”.
Los liberales nos han enseñado a considerar el fascismo una derecha completamente diferente de la suya, incluso con trazas de izquierda en cuanto presuntamente antiliberal y estatalista. Nada más falso.
Detrás de este punto de vista, que es muy difuso, hay una buena dosis de mistificación. Usando la lente de la “comunidad armoniosa que es molestada por el intruso” vemos cómo el fascismo siempre ha usado la versión liberal de este encuadre.
El fascismo original, el squadrismo, se justificaba a sí mismo justo como la defensa armada de la “mano invisible” y de la armonía entre clases sociales. El aceite de ricino y los asesinatos de “subversivos” restablecían la libertad de empresa, la libertad de comercio y el funcionamiento “normal” de la economía capitalista. Es famoso, por ejemplo, este póster propagandístico fascista: (primera postal del enlace original. Leyenda: “1919 Bolchevismo// 1923 Fascismo. El fascismo saca los grillos de la cabeza de los trabajadores y vuelve a poner en su sitio a los explotados. Metámonos con buen ánimo y esforzaos.”)
Al tomar el poder, Mussolini declaró: “El gobierno fascista acordará la plena libertad de la empresa privada y abandonará cualquier intervención en la economía privada”. Durante años los fascistas (subidos al poder en coalición con los liberales, no será una casualidad) condujeron una política económica liberal y sólo en una fase sucesiva empezaron a aplicar medidas keynesianas. Durante los primeros años de gobierno hubo privatizaciones (fue privatizada incluso la ceca), una política monetaria restrictiva, un aligeramiento de la carga fiscal (en particular el gravamen progresivo).
Cuando ésto ya no respondía a las necesidades económicas del gran capital industrial, en particular en torno a la crisis del 29, se pasó a una política económica diferente y se adecuó la fraseología propagandística al culto al Estado, a la lucha contra el individualismo burgués y todas las puestas en escena con las que todavía nos rompen las pelotas los neofascistas.
También los neofascistas, todavía, alguna vez se quitan la máscara y hablan como liberales. Por ejemplo, Forza Nuova en Génova tenía como primer punto de su programa político la lucha contra la Compañía Única de estibadores, que según ellos estrangula la ciudad impidiendo la libertad de empresa en el puerto. CasaPound ha tomado partido sobre el ILVA de Tarento (haciendo escribir un informe a nuestro viejo conocido, el “ingeniero” Di Stefano) tomándola con los ecologistas que, compinchados con oscuros potentados europeos, quieren ahogar la siderurgia italiana.
Al final de la feria, liberalismo y fascismo tienen el mismo héroe-símbolo: el esquirol.
El problema más grave de este país, históricamente, es la indolencia de la pequeña burguesía, que es la más vulgar de Europa y oscila perennemente entre la indiferencia ante todo y la disponibilidad a cualquier aventura totalitaria. Aventura “vicaria”, naturalmente, vivida por Duce interpuesto que vocifera. Sólo un escalofrío de vez en cuando, para interrumpir el run run, disfrutar de las endorfinas y volver al lugar que le corresponde.
Hasta que no siente el dolor, el itálico de clase media se mantiene apático. Cuando empieza a sentirlo no sabe decir lo que le ha ocurrido, blasfema incoherentemente, echa la culpa a los primeros falsos enemigos que le agitan delante (a escoger: emigrantes, gitanos, comunistas, huelguistas, judíos…) y busca un Hombre Fuerte que los combata. En Italia como en pocas otras naciones, no hay nada más fácil que empujar al empobrecido a odiar al pobre.
La alianza histórica y, por decirlo así, “natural” debería ser entre empobrecidos y pobres, proletarizados y proletarios. Cada vez que los poderes constituidos consiguen evitar esta alianza, jugando con el hecho de que la clase media que desciende tiene todavía los valores y desvalores de antes y se cree todavía perteneciente a la clase de antes, perdemos todos. El punto es que en Italia este jueguecito después de la IGM ha llevado al fascismo, que era una falsa revolución confeccionada para uso y consumo de las clases medias, que ha tenido carta blanca de los patrones y ha producido muerte y destrucción.
Desde entonces, “falsas revoluciones para uso y consumo de las clases medias” para impedir que su proletarización tuviese un éxito no deseado, hemos visto otras, y quizá una la estamos viendo ahora.
Esta temporada estoy leyendo unos cuantos textos historiográficos que evidencian cómo la pequeña burguesía de la primera posguerra (mundial) constituyó la “base de la masa” del movimiento fascista. Hay analogías bastante preocupantes con la situación actual. Por ejemplo: Gaetano Salvemini, en el capítulo 10 de “Los orígenes del fascismo en Italia”, habla del “vivo” sentimiento de envidia y de odio por las clases trabajadoras que se fue difundiendo en la clase media entre 1919 y 1920, sentimiento que fue sabiamente alimentado y utilizado para los fines propios de las fuerzas reaccionarias.
Traigo la siguiente cita del texto de Salvemini, que él toma de un artículo del Corriere della Sera del 8 de abril de 1919:
” Hoy son muchos los ingenieros profesionales o directores de oficinas, muchísimos los profesionales, los funcionarios públicos, los altos magistrados, presidentes de tribunales y de cortes, profesores ordinarios de universidad, consejeros de estado, que no saben creer a sus ojos. Ven a jefes técnicos pedir pagas que (…) son de 1000, 1250, 1625 y 2000 liras al mes (…). ¿Qué deberíamos pedir nosotros, si piden todos esos altos magistrados, esos profesores universitarios, que han pasado estudiando los mejores años de su vida para llegar a los 35, 40 años a las 600 liras de salario al mes y los más mayores a las 1000 liras? La mortificación en las clases intelectuales es general. Los padres de familia se preguntan si no se han equivocado al hacer cursar a sus hijos planes de estudio de 12 o 14 años, después de la escuela elemental, y si no sería mejor mandarlos sin más a una oficina”
Cae por su peso que las cifras del Corriere no son para nada fiables y que (incluso en aquellos años en que los operarios intentaban, mediante huelgas, adecuar los salarios a la inflación galopante) la diferencia de rentas y en las condiciones de vida y de trabajo se mantenía de todas formas a favor de las “clases medias”. Pero lo que contaba sobre todo era la obstinada voluntad de la pequeña burguesía en creerse “superior”, en establecer una diferencia entre ella y la clase trabajadora, deprimiéndola si era necesario.
Observa Salvemini:
” En Europa la posguerra ha traído a las clases medias pobreza y sufrimiento, pero las clases medias, en cuanto desclasadas por la crisis económicas, no pretenden identificarse con el proletariado. Al principio el fascismo italiano y el nazismo alemán estuvieron esencialmente compuestos de elementos empobrecidos de las clases medias decididos a no hundirse al nivel del proletariado, y que dieron en arrancar de las manos de las clases inferiores la parte de la riqueza nacional que aquellas habían ganado”
Bien, debo decir que hoy, frecuentando Internet, veo signos crecientes de envidia y de odio clasista anti-operario incluso en ambientes “insospechables”, por ejemplo en ciertos blogs del ámbito del PD.
Hoy como entonces, la tendencia real es hacia la proletarización de la clase media, por tanto, las dinámicas materiales del modo de producción deberían, si acaso, inducir una alianza entre los explotados.
Escribía Antonio Gramsci, en “Ordine Nuovo” el 8 de mayo de 1920:
“Los industriales continuarán con los intentos de suscitar artificialmente la competencia entre los trabajadores, subdividiéndolos en categorías arbitrarias, cuando el perfeccionamiento de los automatismos ha cancelado esta competencia; continuarán con los intentos de volver ásperos a los técnicos contra los operarios y a los operarios contra los técnicos, cuando los sistemas de trabajo tienden a hermanar estos dos factores de la producción y los empujan a unirse políticamente…”.
El fascismo ha nacido, existe y es continuamente reinventado y reutilizado por los patrones justo para ofrecer a las clases medias proletarizadas un “falso evento” tras otro, un blanco tras otro, una revolución ficticia tras otra. Esto no sucedería si la clase capitalista considerase a las clases medias por naturaleza conservadoras. Sabe bien que, cuando se proletarizan y empobrecen, podrían “hacer bloque” con los operarios y en general con los trabajadores subordinados. Para impedir esta alianza, es desencadenada en cada ocasión una multiforme ofensiva ideológica y propagandística: por ejemplo, se le dice al pequeño burgués que sus enemigos son los proletarios “con garantías” y los sindicatos, y al mismo tiempo, con el encuadre de la “seguridad”, se le dice que debe temer al inmigrante.
Pero esto no basta porque es un discurso sólo defensivo, se necesita también uno ofensivo , “maximalista”, pseudorevolucionario.
Hoy ese discurso es ese contra la “Ka$ta”—la casta—, y su enésimo despachador es Grillo, que es un portador –quizá ni siquiera del todo consciente- de la enésima variante de fascismo. Cuidado, cuando hablo de “fascismo” no me refiero al fascismo histórico, al que se encarnó en el régimen fascista y después en la República Social Italiana. Me refiero a aquel ur-fascismo del que hablaba Eco (quell’ur-fascismo di cui parlava Eco) y que ya ha sido recordado arriba.
(…)